domingo, 2 de mayo de 2021

A la reina de Loft no le gustan los menas


Rocío Monasterio tiene ojos de garduña, sonrisa de monja chunga y un corazón de sílex al que sólo le arrancan chispitas los requiebros de su marido. Va por la vida construyendo lofts y sembrando la semilla del odio donde encuentra abono. No se corta a la hora de manifestar que no le gustan los menas. ¿Menas? La palabreja tiene su intríngulis. En realidad, se trata de un acrónimo, una especie de frankenstein lingüístico, que se usa para referirse a los menores extranjeros no acompañados. Los acrónimos, a veces, tienen su gracia y, otras, maldita la gracia. El que nos ocupa, es de estos últimos. Nació de las entrañas del odio con la intención de señalar como indeseables a esos niños y adolescentes que entran en el país sin tutela y sin papeles. Y, puestos a señalar, nadie lo hace con más ahínco ni convicción que Rocío Monasterio.


Rocío Monasterio ha puesto en la diana a esta chavalería a la que considera una plaga bíblica que viene del sur, como la langosta, a darse un festín por la patilla. Para colmo, dice ella, la marabunta juvenil no se conforma con dejarnos vacía la despensa, sino que, además, después de llenar el buche, se echa a las calles de nuestras ciudades para violar a cualquier mujer que se le ponga a tiro. Para mí que la reina de Loft se pasa tres pueblos diciendo estas cosas. Pero ella defiende las sinrazones de su inquina exhibiendo datos manipulados, o directamente inventados, que le amañan los coleguitas de su célula retro “born to hate”. Sin embargo, no todo lo deja en manos ajenas, que ella es muy creativa y añade de su cosecha lo que le parece oportuno para darle a la mentira otro vuelo.


Rocío Monasterio se declara católica, y reivindica con mucho énfasis las raíces cristianas de la cultura occidental. Pero cuando el papa Francisco llama a preocuparse por esos menores en situación de extrema vulnerabilidad que a ella le dan repelús, desatiende con desdén las palabras del pontífice y se lo monta de librepensadora con retintines. ¿A cuento de qué debe una mujer con criterio prestar oídos a semejante disparate? Ella, entra en el cupo de los que piensan que el espíritu santo sufrió una pájara el día que el cónclave eligió papa a un bolchevique. A la candidata de VOX no le gusta Francisco, lo mismo que no le gustan los menas ni los musulmanes. La cosa se explica porque la Monasterio profesa un cristianismo ceremonioso, aguerrido y doctrinario, en el peor sentido de la palabra, que tira tufo a carcundia y reniega del ejemplo del buen samaritano que Su Santidad, el ciudadano Bergoglio, propone como modelo de amor fraternal. 

 

La lideresa ultra, ya digo, ha dejado claro que no le gustan los menas. Si dependiera de ella, los desterraría al confín del mundo o a poblar un cráter en la cara oculta de la luna para que pudieran amojamarse allí, a escondidas, sin crearle mala conciencia a nadie. El problema es que hay gente muy picajosa en este país, y en el mundo, que siempre anda enredando con esa murga de los derechos humanos y que no le dejan hacer según su voluntad. Con mando en plaza, la reina de Loft dejaba el país limpio de ilegales. Las pateras, lo mismo que tocan tierra en nuestras costas, pueden enfilar proas a origen con el cargamento de vuelta. Ni embarazadas, ni menores, ni nada. A ella no la pillan por la parte sensiblera del asunto, que, habiendo nacido en Cuba, está curada de espantos. Por eso mismo lo tiene claro: el humanismo progre es un lujo que sólo ha servido en la historia para llenar de pinturas al fresco las paredes de las basílicas florentinas.