Entre las
preocupaciones del gobierno actual, que son muchas, figura una que resulta,
cuando menos, curiosa: los bulos. A tanto llega su preocupación por este tema
que no ha tenido inconveniente en manifestar su voluntad de emprender una
cruzada contra tal amenaza. Que difunden noticias falsas, dice. O sea, como
toda la vida de Dios, ¿no? Los bulos han existido siempre con la mentira
incrustada en el tuétano, y seguirán existiendo mientras la mala ralea anide en
el meollo de la condición humana. Pretender acabar con ellos es lo mismo que
intentar arrancar la maldad de nuestras entrañas. Ese fue el imposible que se
propuso el doctor Jekyll; el resultado, ya lo sabemos: una pesadilla llamada
míster Hyde.
Pero
nuestro gobierno no se detiene en reflexiones metafísicas. En realidad, la
cruzada anunciada es una pura excusa para iniciar la conquista de un objetivo
más ambicioso: conseguir el monopolio de la información. Y, su primer paso en
ese empeño, ha consistido en echarnos por delante al CIS para demostrarnos que
una mayoría sociológica del país sería partidaria de adoptar medidas de
restricción informativa a fin de combatir la difusión de los bulos. Una mayoría
resultante de las respuestas que los encuestados por ese organismo ofrecieron a
la siguiente pregunta: “¿cree usted que en estos momentos habría que prohibir
la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las
redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre
la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total
para la difusión de noticias e informaciones?”. Hay preguntas que ya te ponen
en la senda de la respuesta, o casi. Es el caso de la que nos ocupa, la cual,
muy disimuladamente, nos plantea el dilema de elegir entre una censura que no
lo parece tanto vestida de bonito –“remitir toda la información sobre la
pandemia a fuentes oficiales”–, o conceder libertad total para la difusión de
noticias abriendo la cancha a todo tipo de “bulos e informaciones engañosas y
poco fundamentadas”. Y, claro, ante semejante disyuntiva, el 67 por ciento de
los entrevistados escogió el mal menor. Sin embargo, a poco que uno se detenga
a pensar sobre la pregunta de marras y le de dos vueltas al asunto descubre que
los términos planteados en la misma son más falsos que la amistad de Judas.
Para combatir los bulos no sólo cuenta la alternativa propuesta; existe además
toda una suerte de opciones, incluso judiciales, que no pasan por coartar la
libertad de información. El CIS, por supuesto, no las contempla en su estudio
porque lo suyo no parece ser la demoscopia sino el dibujo de un horizonte
conveniente a los intereses del gobierno.
Estas
maniobras de fullero dejan en el ánimo la impresión de que quienes nos rigen
aspiran a convencernos para que dejemos en sus manos el monopolio informativo.
Hoy sobre la pandemia; mañana, quién sabe sobre qué. Curioso. Han tenido que
llegar al poder estos autoproclamados regeneracionistas para demostrarnos que
su idea de la democracia consiste, entre otras cosas, en arrastrar por el fango
la libertad de expresión para darle matarile a las primeras de cambio. Eso sí,
al objeto de lavar su culpa y dejar limpia su imagen, no muestran empacho en
enarbolar a su favor ese estudio del CIS según el cual la mayoría de la población
se mostraría favorable al liberticidio. O sea que, a las malas, el atropello lo
habría decidido el común; ellos, como Pilatos. Pero no cuela. La jugada del
gobierno se ve de lejos y no acierta a ocultar su responsabilidad en la trama.
Es el gobierno –no el pueblo– quien de verdad ansía el establecimiento de una
censura, todo lo férrea que sea posible, a fin de que esas fuentes oficiales,
que son las suyas propias, no encuentren réplica alguna en las redes sociales
ni en los medios de comunicación. Ahora sabemos cómo respira.
Hace algunas semanas, en una entrada de este mismo blog, proponía a los amigos de CCOO, con motivo de su petición de establecer una censura preventiva sobre VOX, que le pusieran a santa Anastasia, patrona de los censores, un altarcito en su sede. Lo mismo les propongo ahora a los miembros del gobierno y a sus afines puesto les veo muy devotos de la mártir de Sirmio: conságrenle a la santa el dichoso altarcito en un lugar de mucho tránsito de sus sedes respectivas y, luego, a ponerle velas para que les cumpla los deseos. A lo mejor, la encuentran de buenas y la cosa prospera.
!!!Que bueno eres !!!!
ResponderEliminar¡Caramba!, como casi nadie añade comentarios, apenas los miro y, por eso, había pasado por alto el tuyo. No tengo perdón. Prometo poner más atención a partir de ahora.
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